Desafiando La Gravedad

Lo mejor del 2009

jueves, 5 de febrero de 2009

Madre de hierro


En la casa de Sara Morales se ha parado el reloj y el día se une con la noche. Ya nadie llora. Las lágrimas se han secado y la ventana que da a la calle en la que habita la abuela de la niña, cuartel general de la familia, una imagen difundida a través de los medios de comunicación, está cerrada. Ya son más de 30 meses sin rastro de la adolescente que el día 30 de julio del 2006, a las 16.15, salió de su casa en la calle Ingeniero Ramírez Doreste, en Escaleritas, para reunirse con un amigo y ni llegó a la cita, ni volvió a casa.Nieves Hernández es la madre de la chica; Lupe, Toña y José Ángel sus tíos. La vida de estas cuatro personas, más la del padre de Sara, Sebastián Morales, y la abuela de ésta, ha dado un vuelco tremendo desde aquel día; de pronto, todos se han visto inmersos en una tragedia que tiene como peor aliado la incertidumbre. En esa casa no hay descanso; comentarios, cruce de miradas que desean transmitir una esperanza que no llega, teléfonos que suenan... Un sinvivir. Una cafetera se pone al fuego y dos tazas blancas llenas de café hasta arriba y bien caliente animan la charla. "Mi familia es una piña; no dejan que ni yo ni mi marido nos vengamos abajo. Me cuidan mucho", dice orgullosa Nieves. Vive cerca de su madre que, a pesar de superar achaques, no deja ni un minuto sola a su hija. "Cosas de las madres... me trae el pan y si hace un potaje, me llama y como con ella y mis hermanas. De verdad es que no sé qué hubiera sido de mí sin ellos. Son todo, todo...".Desde agosto del 2006 es imposible sustraerse a una desaparición que ha conmocionado a toda la sociedad canaria porque, especialmente en Gran Canaria, es impensable dar un paso sin tropezarte con la cara inocente de una pequeña, con gafas y sin ellas, en el cristal de un coche, en una pared, en un poste, en una tienda... Es la carita de la colegiala que hasta aquel día era una niña feliz que canturreaba en su cuarto, hoy vacío, los éxitos de Chenoa, Bisbal, Merche o Bustamante. Nieves, su madre, tiene 45 años y parece que los años se le han venido todos encima. "Parezco más mayor, sí, pero es por el sufrimiento que una lleva aquí dentro", señala a su pecho. Ella quiso trabajar siempre en la administración, de hecho terminó estudios de auxiliar administrativa, pero al poco tiempo se casó con Sebastián, llegó el primer embarazo, el de Sara, y "lo dejé todo porque yo quería cuidar de mis hijos". Hoy trabaja en la limpieza de oficinas, una tarea que, decía el viernes, "no entraba en mis cálculos pero...".Poco se ha dicho respecto al amor de Sara por la música y en ese sentido hay que decir que desde que tenía seis años recibía clases de piano, "pon que cuando desapareció ya tocaba algunas piezas y lo hacía muy bien", dice con orgullo de madre. Hay en Nieves un gesto muy característico; se abraza a sí misma como quien tiene ese frío glacial, penetrante, que te asalta cuando un terrible disgusto sacude el cuerpo. La mamá de Sara es una mujer menuda, que siendo como es, de pocas palabras, de pronto se anima y cuenta episodios familiares que le salen a borbotones: "Cómo es la vida... Mira; quince días antes de que pasara todo, mi marido y yo hablamos de lo felices que éramos; teníamos salud, las niñas, Sara y su hermana, Alba, eran buenas hijas, estudiosas, tranquilas, los dos teníamos trabajo y una familia muy unida que nos queremos mucho. En fin; no queríamos más y de pronto, dos semanas después, dio comienzo esta pesadilla",EL MÓVIL DE SARA. Dos años y pico después de que la tragedia tocara en la puerta de esta familia humilde y trabajadora, las cosas han cambiado. Ya no hay, como los primeros días, cuatro móviles que sonaban sin parar. Ahora cada cual tiene el suyo pero uno está siempre cargado y activo. Es el móvil al que Sara llamaba a su mamá cuando se retrasaba: "Si un día suena ese será mi hija...". Nieves tiene hilo directo con el Cuerpo Superior de Policía para comunicarle alguna pista de ella interesante, y justo por eso ella sabe que la sociedad canaria le tiene mucho cariño. Un sondeo realizado por las fuerzas de seguridad ha revelado que en Canarias Nieves Hernández es la mujer más querida, la más respetada. Los ciudadanos admiran en ella lo que admiramos todos, su tenacidad, su coraje y el impecable control de la situación frente a medios de comunicación que buscan noticia a veces sin respeto. "He tenido que aprender a la carrera".DOLOROSOS EPISODIOS. Las llamadas de teléfono que recibían en casa cuando la desaparición estaba fresca ya no se producen, pero Nieves tiene grabado a fuegos algunos de sus contenidos. "Mire, yo no sé si lo que le voy a contar será importante pero", le dijo un comunicante, "hay una mujer que dice haber visto en la cercanía de un cementerio de la ciudad una rudimentaria lápida con el nombre de Sara". Otra llamada afirmó haber visto a la niña en el parque de Santa Catalina, sentada, pidiendo dinero: "Esa llamada fue de madrugada. Saltamos de la cama y una amiga y yo", cuenta Lupe, la tía de Sara, "salimos como dos locas al tiempo que pedíamos a la persona que llamaba que, por favor, no dejara a la niña sola, que íbamos para allá". Los autores de esas llamadas, realizadas desde una cabina, no fueron localizados, como tampoco las que se efectuaron desde móviles con número oculto.Mil veces ha dicho Nieves que su hija "no se ha ido por su voluntad, que alguien se la llevó. Una madre conoce bien a su hija y ella era una niña muy seria". Cuando a Nieves le preguntas qué le impulsa a mantenerse de pie, estar en todas las manifestaciones, en todos los foros donde tiene algo que decir, es así de escueta: "Tengo que ir por Sara. Nada más. La llama de la esperanza no puede apagarse". Su marido, que ha sufrido una importante depresión como consecuencia del dolor por la desaparición de Sara, ha vivido momentos duros y también ahí ha estado Nieves: "Yo le digo que si él se hunde, me hundo yo y que nuestra niña nos necesita". Antes del verano del 2006 a Nieves le encantaba el cine y la lectura, pero hace 30 meses que su cabeza está en otra cosa, "muchísimo hace que no voy al cine. No veo ni una película en casa porque mi pensamiento está en Sara". A su hija le encantaba ir de acampada, así que dos semanas antes de su desaparición la familia, padre e hijas, organizaron una. De ese día hay fotos. Hace unos meses organizaron otra porque a Alba, su niña, le hacia ilusión. "Bueno, lo pasamos bien, pero la ausencia de Sara se nota mucho. Nadie decía nada, pero el dolor estaba allí". La madre de Nieves, Josefa, es el puntal de la casa porque en torno a ella gira toda la familia. "Yo le digo a mi hija que no se venga abajo, que tiene que luchar, que tiene que seguir buscándola porque esa es nuestra esperanza". Madre coraje.UN CRÉDITO PARA EL RESCATE. Nieves tiene miedo de que "la sociedad se olvide de Sara, por eso tenemos que seguir adelante, porque tengo la certeza de que este año la vamos a encontrar, te lo digo de verdad". Como en todos los sucesos de trascendencia social, como lo es éste, siempre aflora lo mejor y lo peor del ser humano. Este no iba a ser distinto. Recordamos cuando en las primeras semanas del suceso una entidad bancaria de esta ciudad llamó a Nieves para ofertarle un crédito a un interés razonable con el fin de que reuniera para pagar el rescate. Banqueros al fin. Nieves dice que a lo largo de estos meses ha conocido lo mejor y lo peor del ser humano; desde esas llamadas crueles que ya hemos mencionado, hasta quienes le reconocen y le animan: "Hace unos días subí a un taxi y el chófer al verme se volvió y me dijo "señora la felicito por la manera en la que usted lleva su amargura". Ese comentario", agrega Nieves, "me anima tanto como me desaniman quienes no tienen reparo ni respeto y banalizan nuestra tragedia". Que nadie crea que a Nieves esas actitudes la amilanan. Se equivocan. Tiene gratitud hacia la prensa, sí, pero no ha sido fácil para una familia que como la inmensa mayoría vive alejada de los medios de comunicación, y que ahora aparece en programas de difusión nacional rebatiendo comentarios". Pero Nieves, lista y controladora de la situación, ya sabe cómo camina cada cual, quien se le acerca con mala intención. "Me han invitado a muchos programas de televisión nacional y es verdad que en principio iba y me pasaba horas y horas en los platós. Días enteros. Hoy es distinto; mi trabajo, mi familia, mi hija especialmente, necesitan de mi atención y aunque no bajo la guardia, pero en mi cabeza solo está Sara. Nosotros veíamos esos programas, hasta incluso ese que se llamaba Quién sabe dónde y ahora, ya ves, aquí me tienes haciendo yo la misma pregunta".

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