Desafiando La Gravedad

Lo mejor del 2009

viernes, 6 de marzo de 2009

Cukor, a favor y en contra... ¡al mismo tiempo!


Mañana ESC (Esta Santa Casa, siglas que ya he utilizado en más de una ocasión) emite un documental sobre George Cukor, uno de Los hombres que inventaron las películas, según su título. Hace un par de años, tal vez más, me leí un libro sobre el señor Cukor, al que siempre he adorado, en el que no sale precisamente bien parado.
George Cukor, una doble vida, de Patrick McGilligan (T&B Editores), es una de esas biografías en las que, poco a poco, acabas aborreciendo a su protagonista. Me pasó lo mismo con una (deliciosa) que leí sobre Cole Porter, fantásticamente editada por Alba Editorial. Al principio, el personaje te seduce, te parece lo más, pero poco a poco, conforme lo vas conociendo, descubres la rata que hay en él.
Bueno, pues con este de Cukor me pasó más o menos lo mismo. Al final, el hipercorrecto señor Cukor, más preocupado por guardar las apariencias que por vivir su vida, termina por ponerte un poco de los nervios. Más que postrarte de rodillas ante el director de maravillas como Camille, Mujeres, La costilla de Adán, Nacida ayer, My Fair Lady o Ricas y famosas, lo que sientes es algo muy parecido al desprecio por ese arribista social, tan obsesionado por la etiqueta y por agasajar a la Princesa Margarita en su tournée hollywoodense. Lo peor de lo peor: un snob, en sentido literal (sine nobilitate, o sea, sin título nobiliario).
Me encantan los snobs, YO misma lo soy, como casi todos mis amigos, pero, a la hora de la verdad, creo que hay que perder un poco los papeles, vamos, lo que se dice ser una MAMARRACHA en toda regla. Una sale de casa divina, enjoyada, lacada & enlacada, pero vuelve con las medias hechas jirones, la coiffure hecha una ruina, el rimmel corrido... Un mapache. Básicamente, una sale de casa divina para ESO.
Recuerdo que en otro libro que leí, Adiós a Hollywood con un beso, unas memorias deliciosas escritas por una anciana Anita Loos con Síndrome Chenoa (cuando tú vas, yo vuelvo de allí), describía su idea de una juerga: arrastrar la cola de su Mainbocher por el suelo cubierto de serrín del peor tugurio clandestino. Estoy con ella. YO soy muy de arrastrar la cola –en sentido literal– por los tugurios más infectos que podáis imaginar... Incluso me han echado de alguno por escandalosa.
Una, sin embargo, no se imagina a George Cukor en un antrazo a las tantas de la mañana, borracha perdida, con los pantalones caídos. La tiíta George jamás perdería las formas. Sus protagonistas, sí (esa Tracy Lord, borracha como una cuba el día antes de pasar por el altar; ¡esa Kay Kendall, piojo-piojo total en Las Girls!); él, jamás. A mi, estas personas que conservan todo el tiempo la máscara, impertérritas, correctísimas, imperturbables... Uf, lo confieso: me dan miedo. No me parecen humanos.
Eso sí, al final del libro, cuando el bueno de George descubre que ha echado toda su vida por la borda, que aquel mundo por el que ha estado luchando y controlándose se ha ido a la mierda, que los maricas salen a la calle plumón en ristre y las chicas, hechas un cuadro, que es incapaz de rodar una escena de sexo (como la del polvo en el baño del avión en Ricas y famosas) sin sentirse tan cohibido que tiene que salir del set de rodaje y deja a los actores a su aire porque no se siente capacitado para dirigir eso... Entonces, sí, cuando es un hombre derrotado, cansado, viejo, viejo, viejo... entonces me reconcilio con él. Porque soy muy fan de los hombres mayores. Y porque me gusta la gente derrotada y hecha polvo. Estoy segura que YO también acabaré así. Hecha una ruina.
Moraleja: Hay quien prefiere acabar su vida con el estuco intacto. No seré YO. Encuentro que hay una gran dignidad en las ruinas...